Ciencia del Fenómeno
Gracias al Sol hay luz, temperatura, y viento sobre el planeta. Mediante la luz del Sol junto al agua y la tierra, las plantas pueden crecer realizando la fotosíntesis.
En ese proceso las plantas generan oxígeno regulando la mezcla de gases que hay en el planeta.
El Sol es nuestro aliado más poderoso para la vida sobre La Tierra. Sin embargo, debido a su fuerza, a parte de desprender calor, también emite radiaciones sobre La Tierra en forma de rayos.
Dichos rayos son filtrados por la atmósfera terrestre desde sus capas superiores hasta la superficie.
Esta atmósfera tiene un grosor de miles de kilómetros en donde se pueden distinguir diferentes capas de distinta densidad.
Algunas de estas capas son especialmente importantes como la conocida «capa de ozono». Esta capa, por sus propiedades químicas, es capaz de frenar los «rayos ultravioleta», en su mayoría.
Esto quiere decir, que no todos son frenados. Al igual que estos rayos, hay otros que en una cantidad muy pequeña logran atravesar esta barrera como los rayos infrarrojos entre otros.
A parte de la atmósfera, el planeta dispone de otros mecanismos de protección para hacer frente a la fuerza solar. Es el caso del magnetismo. Mediante el campo magnético terrestre se consiguen desviar millones de partículas solares de su impacto sobre el Planeta.
Índices de Medición
De esta manera, como se ha explicado, hay una pequeña cantidad de estas radiaciones que no se pueden filtrar.
A través de la Agencias Estatal de Meteorología (Aemet) se emite una previsión diaria, junto a otros datos atmosféricos y predicciones, acerca del «Indice de Radiación solar».
Este índice se mueve en unos valores que van desde el cero hasta menor o igual a 2 para indicar un índice bajo, de 3 a 5 para indicar un nivel medio, del 6 al 7 que indica nivel alto, para pasar de 8 a 10 considerado como muy alto, y por último, para igual o superior a 11 se considera extremo.
Los valores por encima de 10 son más propios de las Islas Canarias y ciudades como Ceuta y Melilla en el Norte de África.
Estos índices son invariables a si el día está nuboso o totalmente despejado debido a que depende de otros factores.
Así, podremos observar con sorpresa cómo después de pasar un día de invierno en las cumbres montañosas, con el cielo totalmente cubierto por nubes y además niebla, al regresar descubrir nuestra cara quemada por el Sol.
Pero, ¿cómo es posible?. Es posible porque aunque no era visible, estuvimos expuestos a la radiación que si estaba allí y que atraviesa las nubes.
Medidas de Protección
¿Y por qué sólo la cara y no también el cuerpo?. Muy sencillo, es debido a que la ropa tiene un índice de protección solar, por eso el cuerpo no se quemó.
Lo que nos protege frente a esta radiación es toda clase de objetos físicos que se pongan delante nuestro como pantalla.
En el ejemplo anterior, si estuvimos caminando al aire libre estuvimos expuestos en un cien por cien. Si lo hicimos caminando bajo los árboles nevados, estos nos protegieron, igual que si hiciesen sombra sobre nosotros, de estas radiaciones.
Estar bajo un techo de un edificio artificial o en una cueva también nos protege de manera natural. El techo de un vehículo también nos protege.
A parte de la ropa el uso de un gorro o una gorra protegerá nuestra cabeza. También lo hará un casco de protección en el caso de practicar deportes de agua o montaña.
Pero en los casos anteriores la cara no estará protegida. En este caso deberemos darnos «cremas de protección solar». Estas cremas tienen un índice mayor o menor de protección según la exposición a que estemos sometidos.
¿Qué hacemos en el Verano?
Explicado todo lo anterior, ni duda cabe de los peligros a los que se somete nuestra piel a pleno Sol en Verano sin ninguna protección.
Incluso dotándolo de dichas cremas, por muy eficaz que éstas sean, no todas las pieles son iguales y no soportan esa exposición el mismo tiempo.
Además, hay un tiempo límite en su uso lo que quiere decir que si nos echásemos crema por todo el cuerpo, eso no nos protegerá durante más de dos horas.
A parte del evidente riesgo de radiación, hay otros asociados a este hábito o moda de tomar el sol, como la «insolación» y la «deshidratación».
Si seguimos los consejos anteriores de manera adecuada, estaremos protegidos, y correremos menos riesgos veraniegos como dar un paseo de vez en cuando o bañarnos un rato bajo el Sol.
Al final todo depende del tiempo de exposición y la protección que tengamos.
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Nota:
Toda la información que aquí se recoge deberá ser adaptada a cada caso particular siendo lo más aconsejable seguir el criterio de un Médico u otros profesionales pertenecientes a Organismos Oficiales de Salud Pública.
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Autor del artículo:
Jesús Pablo Alonso García
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